EL TORITO DE ORO



Hace algunos años, en la comunidad llamada Tepatulco, municipio de Ixcapuzalco, sucedió lo siguiente:

Era la época de la siembra y los campesinos araban sus tierras. Algunos utilizaban yuntas de bueyes, y los que sembraban en tlacolol sembraban haciendo hoyos con sus picos y tlalachas. En estas regiones de Ixcapuzalco y Teloloapan existe la costumbre de que los campesinos se apoyen unos a otros para sembrar, escardar y cosechar. A esta costumbre se le conoce por el nombre de “combate”. Y en esa ocasión, un campesino llamado Juan, ya casi para terminar de hacer hoyos para sembrar, invitó para ahorrarse trabajo a tres de sus amigos para que lo ayudaran en un “combate” y así terminar más rápido. Los amigos aceptaron de inmediato, pues ellos sabían que también necesitarían la ayuda de Juan. Además, al término del combate, el dueño del sembradío los agasajaba con un rico mole rojo, o un mole verde con tamales nejos, todo acompañado de unos tragos de mezcal para mitigar el cansancio.

Así que muy temprano, antes de salir el sol, los cuatro campesinos se encaminaron al lugar donde sembraba Juan, y llegando ahí empezaron a escarbar para sembrar el maíz. En eso, el pico de Juan tropezó con algo duro como una roca. Con cuidado empezó a escarbar por los alrededores de lo que creyó que era una piedra. Pero al empezar a quitar la tierra, asomaron unos cuernos.

Juan, asustado, les gritó a sus amigos: “¡Vengan pronto! ¡Aquí hay algo raro! ¡Apúrense!”.

Sus amigos acudieron de inmediato y empezaron a escarbar alrededor del objeto, hasta que poco a poco lo dejaron al descubierto. Le quitaron la tierra y lo limpiaron muy bien, y entonces se dieron cuenta de que éste era un becerro de oro puro, el cual pesaba unos ochenta kilos, pues uno solo de ellos era incapaz de moverlo.

Entre todos lo sacaron del hoyo y se quedaron admirados contemplando el enorme y precioso becerro de oro. Entonces, uno de ellos empezó a gritar:

—¡Somos ricos! ¡Somos ricos! Ya salimos de pobres, con el dinero que me toque voy a comprarme una casa en Teloloapan y otra en Iguala, y ya no volveré a trabajar jamás.

Apenas dicho lo anterior, el becerro de oro desapareció, dejando en su lugar sólo un puñado de tierra seca.

Sus amigos le recriminaron su proceder, pues dijeron que por su avaricia y ambición el becerro de oro había desaparecido, reservándose hasta que, algún día, lo descubriera un hombre noble y de buen corazón que hiciese uso correcto del dinero obtenido por su venta.

Dicen que desde ese día se ve a los cuatro campesinos escarbar incansablemente por esos lugares donde una vez encontraron al becerro de oro. Lo hacen con la esperanza de volver a encontrarlo, pero el becerro de oro jamás ha vuelto a aparecer.

Afirman que continúa oculto por ahí cerca, reservándose para un alma virtuosa que no tenga envidia ni ambición.


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Camino a Tepatulco

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Hola:gracias por tu comentario, eso me anima para seguir investigando y escribiendo más leyendas y sucesos extraordinarios que permanecían en el olvido.

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  2. Hola entretenidas historias soy chilena saludos

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