LA MARRANA ECHADA (LEYENDA)



En el camino real que comunica a la ciudad de Teloloapan con diversos pueblos, tales como La Concordia, Los Sauces y el punto conocido como Tres Cruces, está una enorme piedra que tiene la forma de una marrana echada. La gente que antes utilizaba este camino para ir a alguno de los poblados antes mencionados o para ir a sus tierras de cultivo, tenía que pasar forzosamente por ese lugar.

Dicha piedra está ubicada casi a la mitad del camino entre el poblado de La Concordia y Tres Cruces. Mucho antes de llegar a donde está se la puede observar desde lejos, y al irse acercando se nota con más claridad la forma de una marrana echada en el suelo. Quienes la ven por primera vez creen que es una marrana de algún pueblo vecino, la cual se echó a mitad de camino para descansar, pero al acercarse más se dan cuenta de que es sólo una piedra.

Los que han caminado por esos rumbos cuentan que cuando pasan por ahí en el día nada raro sucede; incluso algunos se han sentado a descansar en ella. Pero en cuanto empieza a oscurecer, si alguno llega a pasar por ahí, el ruido de sus pisadas o de sus voces hacen despertar a la marrana. Ésta sale de su sueño o letargo y toma la apariencia de una marrana viviente. Dicen los que la han visto que es una marrana negra y enorme, y que al sentir la presencia de alguna persona empieza a resoplar y a emitir gruñidos amenazantes. La mayoría de la gente se asusta al verla, y más aún cuando la oyen gruñir y acercarse a ellos. Si alguien tiene temor, la marrana olfatea el miedo y entonces ataca enfurecida, mostrando sus enormes y afilados colmillos. Pero si el viajero no se asusta, la marrana no le hace nada; incluso se les acerca cariñosamente en señal de amistad.

Cuentan que un día un viajero se sentó a descansar encima de la piedra, a quien se le escurrió el tiempo sin que se diera cuenta, hasta que empezó a oscurecer. Ya iba a pararse para continuar su camino, cuando le dio hambre y decidió comerse un taco en ese lugar. Mientras comía se le ocurrió acariciar a la piedra y decirle así:

“¿Tienes hambre marranita linda? ¿Te gustaría comer algo?”

Cuál no sería su sorpresa cuando la piedra se movió y con la cabeza le dijo que sí. Al principio el campesino se asustó, pero se sobrepuso a su miedo y le puso uno de sus tacos en el suelo, cerca del hocico de la marrana. Entonces la marrana se lo comió de un solo bocado y le dijo:

“Tengo hambre, si tienes más comida dámela y no te arrepentirás.”

El campesino le dio un puñado de maíz que llevaba para sus bestias de carga. Al instante, la marrana se lo comió y le dijo:

—Espérate tantito, ahorita te voy a recompensar por haberme tratado bien y por darme de comer.

Entonces, la enorme marrana empezó a defecar, pero en vez de evacuar normal, igual que cualquier mortal, lo que salía de ella eran puras monedas de oro.

—Toma el dinero y vete —le dijo la marrana—. Y si un día necesitas más, ya sabes dónde encontrarme.

El campesino tomó las monedas de oro y se fue muy contento para su casa. Llegando les contó a su mujer y demás familiares lo que le había sucedido. Poco tiempo después vendió las monedas y se fue a vivir a otro lado con su familia. La noticia corrió por todos los lugares y muchos quisieron ir a comprobar su veracidad. Iban en el día y acariciaban a la marrana y le llevaban de comer, pero ésta no se movía, continuaba inmóvil en su lugar. Algunos más atrevidos iban de noche y le aventaban maíz y tortillas, a la vez que le pedían dinero. Pero la marrana, en vez de comer lo que le daban, se ponía furiosa y los atacaba, haciéndolos huir despavoridos. Dicen que sólo unos cuantos afortunados lograban obtener los favores de este animal, pues para lograrlo necesitaban ser nobles y de buen corazón, y como la mayoría de los que iban eran de mal corazón y ambiciosos, no lograban obtener nada; por el contrario, sólo desataban la furia del animal.

Pasó el tiempo y ese camino dejó de ser utilizado, pues se construyeron carreteras y ahora se viaja en automóviles. Sólo uno que otro campesino que tiene sus tierras por esos lugares sigue utilizando el viejo camino, y para ello tiene que pasar por el lugar donde se encuentra la piedra en forma de marrana. Pero ya casi nadie se acuerda de estos hechos, pues la mayoría de la gente que los conocía ya falleció y nunca se los contaron a sus descendientes. Es por eso que estos hechos, al igual que muchos otros, quedaron en el olvido.

Hoy, la marrana echada aún se encuentra ahí, quizá esperando que una persona generosa y de buen corazón pase y se siente en ella, la empiece a acariciar y a hablarle cariñosamente. Entonces puede suceder que la marrana, en agradecimiento, comience a excretar para él un puñado de monedas de oro.

Si usted es afortunado y logra verla y obtener sus favores, tome las monedas y aléjese del lugar. Procure hacer buen uso de ese dinero y no le cuente a nadie sobre la forma en que lo obtuvo, pues no faltará el ambicioso que quiera ir a probar suerte con la marrana. Y es que muchos de los que han ido jamás han regresado. No se ha vuelto a saber de ellos. Dicen que la marrana los devoró y que, por cada persona que come, vive cien años más. Así que tenga cuidado, no sea que por ambición vaya usted a parar a la panza de la marrana negra.


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